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boasondas

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No es -en palabras de su autor- una novela. Ni siquiera un cuento. Es una historia. Empieza con un hombre que atraviesa el mundo y acaba con un lago que permanece inmóvil, en una jornada de viento.

Todas las historias tienen su música. Ésta tiene una música blanca. Es importante decirlo porque la música blanca es una música extraña, a veces te desconcierta: se toca piano, y se baila despacio. Cuando la tocan bien, es como oír tocar el silencio, y a los que la bailan como dioses los miras y parecen inmóviles.
Mucho más que añadir, no hay. De pronto es mejor aclarar que se trata de una historia del siglo XIX: para que nadie espere encontrar aviones, lavadoras y psicoanalistas. No hay. Quizás, otra vez.

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